26.8.10

Wake Up



Escucho tu respirar, gélido en comparación a tu cuerpo tumbado sobre mi cama. Yo no puedo dormir, así que me dedico a mirarte y disfrutar de un cigarrillo. Las luces entran por la ventana parpadeantes y se reflejan en el humo, es un espectáculo que me hace olvidar que en esta ciudad no se puede contemplar las estrellas, pero me sacio contemplándote a tí.

La contrataba, si se puede utilizar ese término, cada dos semanas para evitar sospechas. Entre trabajo y trabajo mi cuerpo siempre ansiaba el suyo, el susurro que me recordaba su nombre falso retumbaba en mi cabeza.

Llegó tan bella como siempre y yo tenía preparado el dinero en la mesa, aunque ella ya lo sabía y estaba segura de que no la podía engañar. Las mujeres huelen el deseo que sentimos por ellas y su ego se regodea en él como un puerco en una charca.

Hoy te has quedado dormida, lo siento, pero no podía dejarte ir. He aguantado tantas veces el llevarte a casa, el dolor de verte salir del coche sin despedirte, el hedor de mi habitación cuando vuelvo a casa y tú no estás. No podía dejarte marchar. Pero no te preocupes, pronto despertarás y todo será feliz.

Tienes que despertar ya. Tengo que despertar ya. ¿Qué estoy haciendo?

En la habitación una puta sangrando y atada a la cama. En el salón cristales rotos y manchas de sangre. En el rellano las vecinas cuchicheando de que han oído romperse algo y nadie responde cuando llaman a la puerta.

Tienes que irte, pero no podemos salir de aquí. Van a llamar a la policía, me van a detener y a condenar, y tú serás la puta más codiciada de toda esta asquerosa ciudad que no me deja ver el puto cielo. Tengo que hacer algo.

Lo que queda de mi cigarro se funde contra la palma de mi mano mientras lo presiono con toda la frustración que se adueña de mí ahora. No puedo hacer nada. No quiero hacer nada. Y me tumbo a tu lado, me acurruco mientras te miro. Sólo me queda este momento.


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