25.7.09

Bonheur!

Y una vez más, Marla Estricnina se da cuenta de que tiene el poder. Decide, por duodécima ocasión que debe actuar. Que no hay reacción sin acción. Que no puede esperar sentada a que la montaña venga a ella, como Mahoma.
Siempre desterrando los despojos de su ánimo al exterior, como si éste fuese el culpable. Abandonando el sentido de la vida entre las cuatro paredes de un paquete de cigarros. Como decían en aquella película americana de malos y buenos.
Marla sabe que todos somos dulces y agrios al mismo tiempo, que esto no es una película recién estrenada.

A la señorita Estricnina le encanta el sabor del azúcar. Por eso tiene el poder.

No podemos elegir la sustancia, pero sí la dosis. No podemos poner el cielo abajo y la tierra arriba, pero podemos andar con las manos.

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