17.11.10

Texto largo.

Porque en estas utópicas, y a la vez tan tópicas (valga la redundancia), noches de vida en las que la cabeza del que desliza sus dedos por el teclado, a falta de pluma y papel en esta sociedad tan desevolucionada de la sangre en bolsas y el pan en lata, se deshinibe y crea lo que no puede crear en otros momentos. Así que no lo desaprovechemos.



Frank la observaba tenso. Se regodeaba en sus ojos, pero no podía deleitarse mucho pues ella se daría cuenta. Dos mesas más allá, tras un periódico cualquiera y con una taza de café con leche y sacarina. Él la sonreía tras el periódico, ella le contestaba con una mirada inocente de vez en cuando. Eso a él le bastaba, pero odiaba al tipo que la acompañaba. Lo lanzaría fuera del bar, la cogería por la cintura y ella sabría que siempre lo había deseado. La tomaría en aquella misma mesa. 


A Lester se le veía más cómodo. Él la había invitado a tomar algo y ella había accedido, eso significaba que podía triunfar y conseguir la gema de esos ojos grises. Además él no es un aficionado a ésto, no era la primera que pasaba una tarde o dos con él en ese local. Iba tejiendo su red alrededor de su presa. Miradas, roces, detalles, ausencia de interés en momentos adecuados... Sabía cómo era el juego, y usaba sus fichas sin temor a que le viesen la jugada, pero le molestaba el tipo que se apoyaba en la barra. Un anciano que no dejaba de observarla. A él ni lo miraba, pero a ella la seguía a todos lados con los ojos. Se levantaría, le cruzaría la cara y le diría dos cosas a ese viejo verde, y ella lo vería como el gesto magnífico que nadie es capaz de hacer y se iría con él a la cama.


A Jhon se le notaba alegre. Hacía dos meses que había perdido a su esposa e hija. Llevaba dos meses apenas sin comer, apenas sin hablar con nadie. Hace una semana fue a tomarse un café, a reencontrarse con sus viejos amigos y echarse unas partidas de dominó con el carajillo de la mañana, y la vió. Tenía la belleza que su mujer tuvo en vida, y que su hija heredó. La delicadeza celestial que solo creía que tenían los ángeles. La amaba como si llevara su sangre por las venas. Quería protegerla más que a nada en el mundo, y no perderla. Pero no podía ir a hablar con ella, pensaría que es un psicópata, así que se dedicaba a cuidarla en secreto. Y odiaba al tipo que había dos mesas más allá de ella. El que estaba en la mesa era un idiota, y sabía que ella se daría cuenta y lo mandaría al carajo, pero el otro era un pervertido. Un salido de mierda que se hacía pajas en el baño mientras pensaba en su hija, un desahuciado. Se sentaría junto a ese niñato y le diría cuatro cosas bien dichas, pero sin perder la compostura. Lo mandaría a llorar a su madre y la protegería, como a su hija, y ella lo vería, se daría cuenta y estaría con él rellenándole de nuevo el vacío de su corazón.


¿Yo? Yo simplemente me terminé mi cerveza y la besé. Llegué mucho más lejos que cualquiera de ellos, conseguí lo que quería, y además me ha escrito su número en la escayola, ¿ve? Y sin embargo estamos aquí, señoría, con un anciano sólo y con 4 puntos en la frente, un mirón pajillero con la nariz rota y un ligón con el orgullo roto y una costilla menos que me denuncian. ¿Cómo me declaro? Inocente, por supuesto.



5 comentarios:

  1. Pero bueno!! que esto? desde cuando escribes tu asi?? es de lo mejorcito! es tan bueno como los textos de siempre pero con el orden que le faltaban

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  2. Jajajaja muchas gracias! =D A mí también me apetecía hacer algo ya más largo y con más "sentido" =)

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  3. chapeau caballero, me ha molado mucho! :D

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  4. Abelito clavelito!
    Tunante, me has sorprendido muy mucho, caro amigo.
    Molas cantidubi!

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