8.1.11

Go into your mind.



La sala era cálida. Se sintió a gusto al entrar, no le daba miedo. Una única pared blanca que se unía a si misma en la puerta y creaba un círculo perfecto con un sillón en el centro. Le presentaron a Eva, su guía, y le acomodaron en aquél sillón. Los pies en alto, el respaldo recostado y un enorme casco como los que hay en las peluquerías, aunque ya sabía que no servía precisamente de secador. 


Tras comprobar de nuevo sus constantes le conectaron las agujas a los brazos, con unos pequeños tubos que terminaban en unos bidones verde y azul. Los cables del casco terminaban en un pequeño portátil, blanco también. Cuatro personas le preparaban mientras otra preparaba a Eva en una silla junto a él. Ahora sí estaba nervioso, aunque sabía que no le ocurriría nada y le pagarían bien por aquello.


Cuando todo estuvo listo, los bidones empezaron a bombear con un leve zumbido y los líquidos entraron en su cuerpo. Los párpados le pesaban y el sueño invadía su ser. Se dejó llevar, durmió.


Al despertar vio el rostro de Eva, quién le ayudó a incorporarse. Al principio se sorprendió de lo extraño de aquél lugar. No había paredes y el horizonte era oscuro, como cuando la noche está a punto de devorar al día. En el cielo no había estrellas, ni cielo, sino una enorme maraña de cables oscuros que se entretejían. Era hermoso ver cómo algunos se iluminaban y la luz, como si de un coche en la carretera se tratase, avanzaba por su interior y se perdía en la inmensidad de aquel sitio.


Al mirar atrás la vio. Tan hermosa como siempre, y sola. Sabía que no era real, así que se guardó sus sentimientos dentro para no estropear nada. Eva le explicó qué era cada cosa, aunque él ya lo sabía, pues, al fin y al cabo, estaban dentro de su mente. 


No muy lejos había una jaula enorme, y dentro varias personas a las que, sin dudarlo, les destrozaría la cara con sus manos. Sobre la jaula una enorme vasija blanca vertía líquido hirviendo y pudo escuchar los gritos de dolor mientras veía como la vasija se erguía de nuevo para rellenarse y volver a rociar a todos aquellos que odiaba. Le gustó ver aquello, aunque prefirió seguir con el paseo.


Eva le enseñó la zona en la que estaba su familia, todos felices, y pudo ver de nuevo a sus padres, lo que hizo que soltara alguna lágrima. Sus antiguos amigos se tomaban unas cervezas en una mesa algo más a la izquierda, y los actuales disfrutaban de una agradable charla en el sofá de la derecha. Unas escaleras se dirigían al piso de abajo, el cual, según Eva, contenía todos sus recuerdos y, bajo estos, sus sueños.


Se sentía cómodo en aquél lugar, pero había algo que no lograba reconocer. Varios hombres y mujeres estaban sentados en una larga mesa, todos de traje y parecía que hablaban, pero no se oía ni una palabra. Eva le dijo que eran los que manejaban todo ello que él no controlaba, sus sentimientos.


De repente se fijó en uno, no era como los demás, tenía una expresión seria e incluso enfadada. Vestía completamente de negro y llevaba gafas de sol. Supo quién era en el acto. Esa voz que le decía que, cada vez que intentaba emprender algo nuevo, no lo hiciese, esa voz que le retenía. Su miedo.


Quiso hablar con él, pero Eva no se lo permitía. Se enfadó y comenzó a gritar, y todo el mundo se paró. Todos le miraban mientras gritaba a Eva que sólo quería hablar con el hombre de las gafas de sol, tan sólo una conversación. "Sacadnos, sacadnos." Gritaba Eva, pero, de repente, sus labios se unieron. No podía hablar. "Calla." dijo él, "¿No quieres irte? ¡pues vete pero déjame hablar con él!" y ella desapareció. 


No sabía qué había pasado, ya no estaba, se había ido. Y se dio cuenta. Era su mente, él la controlaba. Miró al miedo a los ojos y le dijo que se acercara, a lo que éste aceptó.


Mientras él lo miraba con odio por todo lo que quiso hacer y no hizo, el miedo lo miraba con una sonrisa pícara. Por mucho que él le preguntase o dijese, no se inmutaba ni le contestaba. La ira le invadió, y se hizo notar pues uno de los hombres con traje se puso en pie. Echó a correr hacia el miedo y le golpeó en la cara de tal modo que cayó al suelo. Éste se levantó y se enzarzaron en una pelea que ninguno de los que estaban en aquel hermoso lugar intentó evitar. 


Su nariz sangraba, pero el otro no tenía rotas ni las gafas, no podía con él. Se enfureció, pero era su mente, él la controlaba a voluntad. Flechas aparecieron de la nada para clavarse en el pecho del miedo, cadenas lo ataron y le destrozaba la cara con su puño, unas quince veces mayor de lo normal.


Allí estaban, un hombre trajeado, atado, con flechas clavadas en el pecho, de rodillas llorando en silencio y otro hombre, sangrando y con una espada en la mano. Todos le miraban, los sentimientos parecían alterados, el resto de personas estaban asustadas, pero él estaba feliz. Y mientras le cortaba la cabeza, en lugar de sangre salía luz, una hermosa luz que se dirigía hacia el horizonte y creaba un sol que iluminó todo el lugar. El cuerpo desapareció y él se dejó ir, cerró los ojos.


Volvió a despertar. Eva discutía con uno de los científicos unos metros más allá, el resto miraban impresionados la pantalla del ordenador. Ninguno sabía lo ocurrido, pero los resultados del experimento eran mayores de los que cualquiera hubiese imaginado. Le desconectaron todo y le ofrecieron algo de comer.


- ¿Qué tal se encuentra?
- Mejor que nunca.









1 comentario:

  1. Me recuerda un poco a Origen y en por otra parte a un comic xD DIBUJALO!! :D
    mola ^^

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