18.7.12

Veintidós



Yo ya iba algo bebido cuando entraron por la puerta dando gritos y levantando botellas en alto y tropezando con el escalón de la entrada. Me levanté a saludarlos y volví a mi sofá. Linda descorchó champán y derramó espuma por todo el suelo. Todos nos reímos menos ella, que angustiada me preguntó que dónde estaba la fregona.


-No te preocupes -dije -cosas peores hay por el suelo, llena las copas y siéntate.


La casa estaba hecha una pocilga. Botellas, bolsas, restos de comida y ceniceros llenos decoraban las habitaciones, un poco de champán en el suelo no iba a destacar. Andrés, un tío alto y con barba que se las daba de bohemio, comenzó a hablar sobre la paliza que le habían dado unos policías mientras se manifestaba pacíficamente en algún lugar del norte. A Linda parecía interesarle mucho y a otros dos chicos que no conocía, a mí me interesaba más vaciar mi copa de champán y abrir el whisky. 


Me fui a la cocina y me llené la copa, me siguieron Ernesto y Julia. Eran una pareja maja, ella era italiana y se pagaba los estudios dando clases en una academia por las tardes, él estaba en el último año de carrera y repartía pizzas. 


-He invitado a una amiga, espero que no te importe. -dijo Julia -Vendrá en un rato.
-En absoluto, mientras más mejor, además el salón parece un campo de nabos.
-Tranquilo, éstos son inofensivos -replicó Ernesto, refiriéndose a los chavales del salón que parecían boys scouts escuchando los cuentos del viejo monitor Andrés -Tú hazme caso y cuando llegue ponle un par de copas por delante, háblale de tu blog y suéltale el rollo ese del artista borracho, verás como funciona. 


Veinte minutos después sonaba el porterillo y Julia abrió la puerta. La chica entraba por los ojos de primeras, luego se fue desvaneciendo esa primera impresión, pero seguía siendo sexy. Se presentó como Ainhoa, le ofrecí un whisky y me lo rechazó, traía una botella de tinto de verano, "mal empezamos" pensé. Comenzamos a charlar, se veía buena niña, pero cansada de vivir con sus padres. Al poco rato los dos desconocidos se fueron y poco más tarde Julia y Ernesto se escabulleron a alguna habitación. Nos quedamos en el salón con Linda y Andrés, quién logró de nuevo que la conversación girase en torno a sus hazañas de salvaplanetas. Mi vaso se había acabado y me escabullí de nuevo a la cocina. 


-Huyes muy silenciosamente para llevar ya tantas copas. -me susurró haciéndome tirar un hielo al suelo. Era Ainhoa, me había seguido desde el salón.
-Lo siento, pero estoy ya hasta la polla de reveldes pacifistas. -se rió mostrando unos blanquísimos dientes, no blanco refrigerador ni blanco porcelana, más bien blanco papel.
-Me ha dicho Ernesto que escribes ¿Tienes máquina de escribir o eres más de ordenador?
-Ven a mi cuarto y te lo enseño.


Fuimos a mi habitación y le enseñé la máquina de escribir. Estaba cubierta de polvo y el escritorio lleno de dibujos sin acabar y libretas manchadas. Le gustaron los pósters y se sorprendió con alguno de los libros que tenía en la estantería. Yo no podía más y me lanzé. La besé, no muy largo, pero con pasión. Ella tardó en reaccionar, pero me respondió. Cerramos la puerta.


A la mañana siguiente me levanté y fui a la cocina. No quedaba café, así que abrí la nevera y encontré una litrona sin abrir. "Pa la saca" me dije. Eché un ojo en el salón y ahí estaban, Linda tumbada en el sofá grande y Andrés acurrucado en el pequeño. Regresé a la cama y Ainhoa se había despertado. Curiosamente también le gustaba la cerveza. No volvimos a salir de la habitación.

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