Ella esperaba en los acantilados con la
mirada fija en el mar, sabe que las olas van y vuelven pero que
siempre quedan las piedras y la sal.
Y piensa: con piedras se destruye y construye el
más alto santuario, pero, al igual que con las palabras, depende de
quien las sostenga.
Y pregunta: ¿Por qué las personas destruyen cosas?.
Y responde: tal vez
sea necesaria una explosión para dar paso a la vida, ¿no es eso lo
que nos enseñó el Big Bang?.
Ella no quiere destruir, le gustan las cosas como son, le gusta jugar a imaginar que el mundo es suyo, enredarse en las telas a esperas de que venga una araña y tener así con quien hablar...
Las arañas tienen otros intereses y la conversación casi siempre acaba mal, pero le da igual.
La tensión en las cuerdas de las segundas menores y el suspense se apoderan de su cuerpo, ¿y qué? Si a ella le gusta la belleza de lo inusual.
La caricia de la música en su mejilla, el ronroneo en su garganta al suspirar, una mirada indiferente y el sentimiento de soledad, todo se puede tocar.
El mundo se fundía con sus pasos y se quedaba ciego ante la penumbra, las teclas resbalaban por sus dedos como el agua se desliza en las ventanas de los edificios.
Y dice: no es que los rascacielos no lloren, es que sus lágrimas tardan más en caer.
Dicen que solo se crece como persona, leyendo y viajando.
ResponderEliminarTal vez alguien, podria decir, como puedes hundirte y asi descubrir, que nuevas cosas, increibles,puedes encontrar
Ahí abajo!!
Merece la pena bajar si sabes subir