Su nombre se escribía con Z de Letizia.
Ella también era princesa, a su modo.
Vivía en un barrio del extrarradio, curiosamente justo en el centro de la ciudad.
Lo limitaba un monte que tapaba las vistas al mar y que dejaba entrever el liguero palpitante y ruidoso de la autovía de circunvalación.
Llevaba el verano en los ojos, y quizás por eso siempre buscaba la sombra.
Sabía que su plan de pensiones más rentable era aquel barrio; aquel monte y aquel verano perenne que dejaba todo lo malo y se llevaba todo lo peor.
Tuve ocasión de conocerla una mañana rara. Por las escaleras de la facultad subía y bajaba. Como buscando algo. No se cómo entablamos conversación, primero, y luego amistad.
La cosa se fue encadenando hasta que terminé compartiendo su barrio.
Sentado a su sombra.
Contemplando como sus ojos iluminaban el panorama
como un filtro de instagram malaguita.
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