23.10.13

Los que susurran desde el papel

[A H.P.L.]

Alzó la mirada y se vio a sí mismo sumido en el más profundo caos. Su habitación de alquiler era un montón de trozos de madera, tela, y papel esparcido por el suelo. Lo único que quedaba en pié era la silla y el escritorio donde se despertó. Y allí, en medio de la mesa, aquel papel Aquella pequeña tarjeta de tacto irreconocible con aquella palabra misteriosa:

CORRE

Al principio no supo qué hacer. Estuvo quince minutos allí sentado, absorto en una sola cosa, una estupidez comparada con aquella situación: el tacto de aquella tarjeta. Al tocarla parecía que las voces de miles de pensamientos simultáneos dejaran de oírse poco a poco. Aquel tacto.

Nada en concreto lo sacó de su estado de absorción, pero cuando fue consciente de lo que pasaba, un pánico atroz le entró por el cuerpo recorriendo su columna vertebral. Quiso llorar, esconderse, gritar, dormir, dormir y no volver a despertar, o despertar si es que estaba dormido. Y por último quiso correr, y corrió. Atravesó el salón de la pobre señora casera a toda prisa, dejándola perpleja e indignada. No más de lo que lo estará cuando vea la habitación. Así que corrió y corrió.

Aquella noche de diciembre un viento helado le entraba por los pulmones y poco a poco, dejó ver sus efectos en la garganta. Doce cuchillos a una rajaban la faringe con hojas melladas, oxidadas, inmundas, cada vez que se le ocurría respirar. Se aventuró a entrar en el portal más decente del lugar, que no era mucho y allí se recostó.

Despertó al día siguiente siendo otra persona diferente. No recordaba nada de la noche anterior ni de cómo había llegado hasta allí. Regresó a su antigua casa de alquiler y se encontró con que la casera había cambiado la cerradura. Tras veinte minutos insistiendo, le abrió la puerta solo con la promesa de que iba a recoger sus cosas para no volver jamás. Entró al vertedero en que se había convertido su habitación de pronto, lo recordó todo. Su locura ciega al destruir cada mueble, los inexplicables cambios de humor, los diálogos escritos en aquel papel. Aquel papel. El ruego por un nombre lleno de gloria, la promesa posterior y el momento en que comprendió las consecuencias. Pero sobre todo aquel tacto.

Desenterró un sobre grueso lleno de papel, lo abrió y sacó su contenido con mucho cuidado. Le bastó leer una página para comprender lo que tenía ante sí. Se levantó, atrancó la puerta de la habitación y continuó leyendo. Terminó el libro tres horas más tarde, tan absorto que no se había enterado de que el hijo de la casera y el vecino de arriba estaban intentando echar la puerta abajo. La señora hacía lo propio, pero a gritos. Entonces, después de haber leído semejante obra maestra de su puño y letra y consciente de la realidad que tenía a su alrededor, comprendió. Firmó el documento y lo abrazó contra el pecho. Sonrió y cerró los ojos.

Cuando derribaron la puerta lo hallaron muerto, abrazado a un sobre grueso que la policía investigó y publicó en su nombre. El libro llegó a ser best seller en poco tiempo, y uno de lo más vendidos de la historia. Se llamaba Los que susurran desde el papel.

1 comentario: