25.7.14

Piso compartido para 1

La última risa no sé dónde te la vomité,
la última ,última, vez no me la anunciaste.
No puede grabas ni hacer fotos.
No pude llevarme un tupper ni regalarnos el último polvo.
No pude fijarme en el cabecero que nos hacía de techo cada noche
ni chuparte la última cucharada de yogur naturalmente edulcorado.

Estas cosas no se hacen.

La horfandad me viene grande
y no quiero una paga en la conciencia por pena,
por responsabilidad.
Tampoco pude memorizar tu marca de champú,
contar los centímetros de tu angosto baño
ni ver cuáles eran los pocos alimentos que llenaban
tu frigorífico de estudiante recién llegada a la ciudad.

Tendría que haber avisado a tu casero.
Decirle lo que hacías, lo que hacíamos
en esa, su casa.

Como rompiste la cama, en plural,
y desencajamos los varales que nos anclavan a la tierra.
Dónde comimos otros platos a base de piernas
y batallamos sobre la mesa de cristal.
Platos que sabían a vida galáctica
y ahora,
a tabaco barato de contrabando cuando no estás.

Hablarle de cómo desde tu bajo y aquel sillón de la esquina
hemos visto amanecer con las cortinas abiertas
y el alma , y los labios, llenos de boqueras.

El suelo del subterráneo se hizo escalera
para llevarme por primera vez al rincón del animal.
En silencio,
había alguien más en la casa.

Lo ocurrido fue un problema de entendimiento.
Escuché “trinchera” cuando quisiste decir “tumba”.

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