5.12.15

El perdón de los Ducados


Perdónanos, señor,
porque en la ausencia de tu luz
terminamos adorando al humo.

Como chamanes, renegados,
la vuelta al fuego del pecado,
de un pecado más allá de tus textos,
de tus prohibiciones.

Tan lejos parece de tus palabras
que se me antoja maquinado por tí.

Y si tú, que en tu infinita sabiduría
pusiste en mí ojos para ver a la candela
¿quién soy yo para cerrarlos?

¿Acaso estoy solo?
¿Acaso nadie lo ve?

No, somos millones.

Perdónanos, señor, por adorar
falsos ídolos que nos dibujan,
en su baile,
algo parecido a la sombra de duda
que siempre has venido a proyectar
sobre nosotros.

Y en el misterio tu burla,
y en la forma tu abstracción.

Los exfumadores peleando por el renglón
que es más cierto que el resto de ellos.
Tus palabras dispensadas por camellos,
ceniceros los cuerpos, al final, pero libres.

¡Qué terrible lo que dijeran
para invocar de esta manera tu venganza!
La libertad, de la vida, incompatible.
Así nos hiciste.

Perdónanos, señor, perdónanos,
ahora que la luna nos desnuda
y el humo nos viste.

…¿Fuego?

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