10.8.09

Llueve.

Llueve. Miro por la ventana y veo como las pequeñas gotas se aferran al cristal y se deslizan uniéndose unas con otras y formando pequeños hilos, de tal forma que mi reflejo parece que llora. No tengo frío. Un relámpago inesperado me obliga a cerrar los ojos cuando el trueno que le sigue hace brivar todas mis entrañas, aparte de los cristales de las ventanas. Un estruendo que se mete en mi cabeza y la oprime.

Sigo con los ojos cerrados. Sigue lloviendo fuera, y dentro. Mis mejillas están tiritando, pero no tengo frío. Mi reflejo en el cristal llora, pero ahora yo le acompaño. La leve luz del flexo ilumina la habitación y se ve superada, de vez en cuando, por los relámpagos. El sólido silencio inunda toda la estancia y a su vez es roto por su sollozo.

Me doy cuenta de la diferencia, y eso es lo que me entristece. Esa imagen del cristal es yo. Me veo desde fuera y veo qué perfecta es la mentira. El reflejo es para mí vuestros ojos. Vuestra realidad. Mi farsa.

Sigue lloviendo.

1 comentario: