31.3.10

Cadenas.

Sus ojos, demasiado cansados...
La noche y el día hablan, hacen ruido, se culpan por la lluvia...
Pero este intento es más torpe que mis pies, más tartamudo que mi corazón, más ruidoso que estas cadenas que siempre llevaré en los tobillos.
Y cuando muera, y las cadenas se quemen como las banderas, lo profundo se verá como un bosque sin árboles, como un fantasma sin llamas, como un nombre sin ojos, como un hombre sin apellidos.
Porque las cadenas me refrescan, me alivian, me dan libertad.
Las cadenas se merecen mis respetos.
En circunstancias se merecen un solo de corneta, un paso de Semana Santa.
Al fin y al cabo nadie puede hacer nada sin ritmo; sin usar el calderón que alarga la obra has que el director lo decide.

No hay comentarios:

Publicar un comentario