7.6.11

¿Puede un hombre cambiar el mundo?

   
Allí se encontraba con el rostro serio bajo la luna. El frío se colaba entre sus oscuros abrigos pero su mirada ya se había vuelto gélida hace tiempo. Sus manos desnudas se aferraban firmes a cada saliente, sin dudar un segundo, sin resbalar a causa de la nieve. Poco a poco subía la escarpada pared que le separaba de su objetivo.

Al entrar por la ventana lo vio rezando de rodillas. Terminó sus oraciones y se giró, aceptando el destino que sabía que llegaba. No hicieron falta palabras, sus miradas expresaban todo lo que tenían que decir.

Una hoja pequeña y afilada hizo acto de presencia en su garganta. Rápida la sangre huyó del cuerpo, como si no quisiera quedarse más ahí y corretease libre por primera vez, en todas direcciones. Esa sangre que era culpable de tantas muertes, de tanto dolor.

La nieve se tiñó de rojo y la montaña dejó escapar un leve suspiro. Él volvió a las sombras, tierra de lobos y fantasmas. Sólo era un hombre, y sólo dejaba un cuerpo.
 
 

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