20.9.11

Mantenerse a flote

Sígueme - me dijo.

Y allí estábamos, en medio de una fiesta vacía, los dos solos.
Dónde estábamos,  poco importaba… en algún lugar en medio de un inmenso océano. Seco.
El agua sólo nos cubría los tobillos y el atardecer hacía que pareciésemos caminar sobre lava.

¿Ves ese barco de ahí? – me preguntó señalando un crucero lleno de gente despreocupada, que ni siquiera sabía que el capitán se había pirado hace tiempo.
Tan grande, tan valorado y majestuoso, no es nada comparado con este de aquí – me dijo mostrándome una pequeña barquita de madera que ondeaba en el agua amenazando con volcar y cuyo único pasajero remaba haciendo grandes esfuerzos por mantenerse a flote.

¿Lo comprendes?, el placer de navegar, de mantenerse en la superficie, no es trabajo de otros. Cualquier día pueden abandonar el majestuoso barco y dejarnos a la deriva, perdidos en nuestra propia ignorancia.
El placer de navegar es enteramente nuestro. Para sobrevivir en esta vida, cada uno ha de llevar su propia barquita y remar con esfuerzo hacia la luz que nos guíe el puerto adecuado.
Y habremos de luchar nosotros mismos contra las mareas y levantarnos si volcamos, solo así seremos grandes en este mar.

Y cuando quise abrazarle por esas palabras se fue y me dejó sola, recién despierta y confusa en la cama.
Fuese un sueño o no, ese mismo día, sin buscarlo, visité ese mar.
Quién me iba a decir que serían unos ojos empañados en lágrimas.

1 comentario: