10.11.13

Café con leche, sin azúcar.

Godzila contraatacó atracando un banco- de peces.
El Atlántico se sentía amplio, se podía hacer unos largos
en esa inmensidad supraolímpica. Tranquilo y monstruoso.

El Corte Inglés se vino abajo. Nueces 
y calles se levantaron con un grito sordo y largo.
El metro emergió incompleto y poderoso.

En Huelin, Jueces submarinos cuecen
a yonkis e inocentes, embargos
con tridentes abisales hacia las profundidades del ocaso.

Por la calle caían los meteoritos, exquisiteces
de un restaurante de vanguardia pretencioso.
Por los mártires se venía el mundo abajo, hetéreo, gaseoso.

La balanza de la justicia se vencía por encargo.
Se dejaba ganar, y Piccolo reía hermoso.
Villano enamorándose en calle Larios

Todo eso veía dentro de mis ojos,
Todo eso veía dentro de mis ojos,
brillando como luminosos de farmacias.
Todo eso veía dentro de mis ojos.
la camarera me trajo el café, sin azúcar, con leche.
Caliente casi ardiendo. Resopló y levitó su flequillo.
Un resoplo al diente de león de mi frente.

El Armaggedon en mi mente y nada hermoso que decir.
Ni elocuente, ni audaz. La mujer mas hermosa ante mi
posando una taza de  humos amargos.
Los fantasmas de angustias temblando en mis manos.
No tengo nada que decirle, más que falacias.

Con su uniforme negro y su sonrisa blanca
voltea la terraza y de repente estoy a cubierto.
Caricia apuntalando al cielo amarillo, flor de Acacia.
No pude decirle nada. Y no saben cómo me arrepiento.
No pude decirle nada, excepto “la cuenta” y “gracias”.



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