1.1.14

Mi ciudad sagrada de la templanza


Se avecinan cambios profundos. Lo veo en la tierra sobre la que edifiqué la ciudad sagrada de mi templanza. Allí donde viven todos mis principios sagrados reflejados en hieráticas estatuas blancas, altas como la luz del día, hechas de la misma piedra que mi corazón. La ciudad del adiós. Con blancas calles y avenidas adoquinadas cansadas de que nadie las pise en siglos. Templos maravillosos edificados a conceptos aún más increíbles: el templo del color azul, la capilla de la resignación, del baptisterio de la desesperanza. Cada dios tiene un homenaje en piedra en la ciudad sagrada de mi templanza, todos menos uno. Y es que cuando estas manos esclavas de una mente faraona fueron a hacerte tu casa, ya no les quedaban fuerzas. Tan grande eres, que ni siquiera diseñé tu templo, pensando que en mi corazón no había suficiente mármol de carrara. Mi ciudad sagrada de la templanza, eres lo que más quiero, y lo digo en serio, pero estoy empezando a pensar que tal vez seas una especie de tapadera. Y lo que sea que pretendía tapar, se avecina.

Se avecina, parece que llevo siglos prediciendo el fin de mi ciudad sagrada de la templanza, pero no ocurre nada. ¿Dónde estás, calamidad?¿Por qué no vienes?¿Por qué me dejas solo?
¡Destrúyela! Destruye mi ciudad hasta los cimientos y deja el mar de escombros para mí, que tengo siglos enteros para barreros y transformarlos en un templo a tu poder descomunal. A tus ojos de cara oculta lunar voy a levantar un templo.

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