20.6.14

Abrazo de olivo II


~Las manos de mi abuelo

Las manos de mi abuelo eran fuertes
como las de Hércules
cuando tiraba de la basta cuerda que daba vida
a su lento transporte.

Ellas tiraban del peso de un hombre
mucho más grande de su tamaño,
la violencia del movimiento origen de un big bang
de humo y ruido repentinos.

Y en el fin del camino del movimiento
una desaceleración de todo el cuerpo, elegante
ante la implacable inercia.
Aquel hombre que mi infancia fue mi ciencia
de manos férreas, estoicas y feas.

Feas a los ojos de aquellos que ven en el olivo la libertad.
Más feas son las manos que sin saber trabajar levantan
imperios literarios hablando del olivar.

Las manos de mi abuelo cavando y volviendo a plantar la vida,
en todas sus formas distintas,
suspiran,
retorcidas entre inviernos y sequías.

Las manos de aquel que combatiendo egemonías
emboca más allá de donde poder volver a dormir en casa.

Manos de madera y melaza.
¿Será que entre tanta grieta descansa
divina templanza, quieta?
Las manos de mi abuelo metieta de comer en Francia,
de dormir al calor de una hoguera en medio de la nada.

Esas manos que me alzaban de pequeño
al techo de la Sierra Prieta
desde arriba parecían borquejar.

Tal vez fuera verdad
y las manos de mi abuelo fueron acebuche recio,
de linde de piedra, esparraguero.

Tal vez, quiero pensar,
volviste a nacer en libertad y tus manos,
amparando millones de hojas puntiagudas arrojan a tus pies
la sombra y la soledad.

Soberano del cerro de los valles pa' ver más.
Como siempre, tu curiosidad,
Sentado en la tierra, paciente,
mirando de lejos al mar.

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