13.10.14

Cadalso


Le dio una patada a la puerta y la hizo añicos. Tras ella, solo una oscuridad apuñalada por una lámpara parpadeante muy al fondo. Avanzó por el corredor mientras sus pisadas hacían crujir el suelo, formado por cristales, escombros y huesos pequeños, ratas tal vez. Bajo la luz del foco, una mesa y tras la mesa una silueta encorvada hacia delante, como dormida.

Tras unos minutos gritándole, la figura pareció reaccionar, en ese momento la encañonó por la misma razón que no quiso ni tocarla ni rodear la mesa para despertarla: si era Cadalso, posiblemente fuera una trampa.

- ¿Dónde está Cadalso?... ¡Eh, tú! RESPONDE… ¡contéstame! - Tras dar un puñetazo bestial en la mesa la figura reaccionó violentamente y levantó la cabeza. Pudo ver unos ojos llenos de lágrimas bajo la luz, pero la boca la tenía tapada por una larga tela negra que le llegaba hasta el pecho. ¿Sería una víctima? No podía saberlo y por lo tanto no podía confiarse. Hasta que habló…

- Cadalso se ha ido - dijo susurrante con un tono que le helaba la sangre - Por favor, desátame…

¿Una víctima viva de Cadalso? Eso era menos de fiar todavía. Podría haberle implantado una bomba en el cuerpo y ni él lo sabría… espera… él? Cuando volvió a mirar a la luz estaba llorando y nada se parecía más al llanto de una mujer que el llanto de una mujer.

- Por favor - volvió a susurrar. Su voz sonaba amortiguada por el corredor vacío a pesar de que fuera poco más que un susurro, pero no bajó el arma hasta minutos después. La mirada de aquella chica era urgente, muchísimo, pero ese era el juego de Cadalso. Se debatió unos minutos que parecieron años entre la ética y el deber. Humano corazón el suyo. Rodeó la mesa y bajo la chica había un gran charco de sangre, tras verlo la miró y la notó más lívida que al despertarse… aquello no pintaba bien. La vida de aquella niña se iba.

Intentó quitarle el trapo de la boca para entenderla mejor y notó que estaba húmedo. Se miró los dedos manchados de rojo temiendo lo peor. La chica no paraba de llorar, pero cada vez más despacio, como volviendo a dormirse. Mala señal. Sacó un cuchillo y cortó el nudo del pañuelo en la nuca. Cuando la tela cayó a plomo por el peso de la sangre dejó al descubierto la broma.
La chica tenía amputada la mandíbula y parte del cuello. La lengua era una serpiente rosada colgando muerta.

En ese mismo momento la impresión lo hizo lanzarse de espaldas hacia atrás, como en un acto reflejo, aterrorizado. Cuando miró a la chica a los ojos, vio un terror renovado en su expresión de desesperanza, empezó a saltar en la silla amarrada, a llorar más, intentó tirarse al suelo y por último emitió un sonido por la garganta entre la tos y el eructo cuando Cadalso apareció de las sombras y lo agarró por la espalda.

- Hijo de p… - intentó decir. Pero en lugar de eso oyó la muerte de sus propias palabras en su propia sangre, el reflejo de la lámpara en la navaja lo deslumbró por un segundo. Todo empezaba a calmarse cuando una voz dulce y fría empezó a recitar a  Baudelaire.

“¡No me mires así, tú, mi pensamiento!
¡Tú a la que yo amo eternamente, mi hermana dilecta,
Aunque tú fueras una acechanza predispuesta
Y el comienzo de mi perdición!"

Delfina, sacudiendo su melena trágica,
Y como pisoteando sobre el trípode de hierro,
La mirada fatal, respondió con voz despótica:
—"Entonces, ¿quién, ante el amor, osa hablar del infierno?”

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