La
bruma parece disiparse,
la
brisa entra por la rendija
de
la ventana,
me
hace sonreír,
te
hace real,
todo
parece poder ser
feliz.
Las
cuerdas suenan de nuevo,
nunca
hay noche sin
guitarrra,
nunca
hay vida sin
músicca,
nunca
amor
sin
dolor.
El
ritmo disfruta
buscando
el alma entre
tantísima
tinta tenue,
las
manos suenan
y
no aplauden,
pues
el humo y la levadura
hicieron
su
efecto,
no
importan más que tú
o
yo,
que
no existo,
que
no hago más que ser y no estar,
sin
ser y estando,
borracho
y
melancólico,
y entonces...
¿qué
más da?
No hay comentarios:
Publicar un comentario