"
El niño (muerto)
jugaba con los antiguos peluches
ásperos
por el tiempo.
Tampoco sabían respirar.
El aire nocturno
seguía entrando por la ventana
con un viento rancio, tembloroso
y frío.
Repetitivo.
El niño no sabía dormir
esa noche.
Los pájaros
más negros
del mundo
hacían ruido de celo
en su inocente cabeza
de niño (muerto).
Tenía los ojos tristes
y cerrados,
pero nadie podía verlos.
Soñaba despierto
el niño (muerto).
Y recordaba las caras
de la gente
que salía en las fotos
que nunca había visto.
La ciencia, estúpida,
le despertaba
de su inconsciencia
falsa y tibia.
Y salía a pasear
por las madrugadas
que tenían
los días
de las noches en vela.
Por el callejón estrecho del Barbarela.
El niño (muerto)
la viva imagen
de un espejo limpio
y sucio.
Vacío
y viejo.
¡Niño!.
Muerto y nuevo.
Vivo. (Muerto).
El niño muerto
jugaba con los peluches antiguos
y los veía respirar
viviendo.
"
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