La casa quieta.
La casa aprieta,
hasta que las ventanas silvan.
El viento se mete por las rendijas,
como yo. Qué cabrón.
Se mete debajo del edredón
y yo desnudo, como tu,
empiezo a pensar en ropa.
Y me subo al lomo de este fantasma,
de esta presencia líquida e incorpórea
que me lleva lejos, sin moverme del sitio,
hacia el futuro.
O también hacia el pasado, da igual,
en cualquier caso, si al viento hay algo que no le gusta
es el ahora.
Pienso - Y si yo fuera agua,
¿acaso no me derramaría sobre tus laderas?
Entonces dime, - me dijo el ventisquero
¿a qué esperas?
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