27.7.09

Cuando comienza este tipo de fuego

lo más significativo es la forma de colgar de los pies dormidos. al cabo de un rato la sangre apenas se mueve por esas zonas y son las primeras que pierden la sensibilidad. un buen lugar para empezar.

dice la gente que no debe ser agradable ver como alguien es asesinado, y mucho menos ser tú el culpable de su muerte. casi nunca se plantean la idea de liberar a alguien con la muerte, de dejarlo en paz, de quitarle todo el peso que lleva sobre los hombros. casi tantas veces como con la idea de que ese alguien se lo merezca.

al margen del dilema ético-moral, mi bisturí se desliza por la planta del pie izquierdo del sujeto, el cual aún se aferra con fuerzas a la cadena que le rodea el cuello.

que fácil sería ser un objeto. sin responsabilizarte de tus actos. pudiendo obrar según tu razón, no la del colectivo. que bello sería mi mundo si fuese un mero objeto punzante. pero se puede ser objeto y sujeto a la vez. siempre que seas lo suficiente bueno.

con que suavidad se desliza el líquido vital por los dedos de los pies antes de caer al cubo metálico. al principio el sonido es algo desagradable, luego es un murmullo como el de un riachuelo tranquilo.

la pérdida de sangre conlleva una pérdida de fuerzas más rápida y el sujeto acaba apoyando la barbilla sobre sus dedos que ya no están aferrados contra la cadena, sino comprimidos por la papada contra ella. poco a poco se vuelven morados.

el sujeto pierde sangre. el sujeto no puede respirar. el sujeto muere.

¿pudo salvarse?

pudo preguntarlo.


Abel Rios

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