Sin depender enteramente de nadie, dependiendo parcialmente de todos

Te digo que estoy cambiando. Que ya no quiero más placeres efímeros sin trasfondo y sin control, que ya me he cansado de probar aceledaramente todo lo que hace poco pensaba que no haría en la vida. Que no me arrepiento de nada, pero que ahora toca descansar. Te digo que estoy harta de recoger los pedacitos de mi ánimo y de mis ilusiones destrozadas. Que no puedo seguir identificándome con esas canciones tristes de un solitario poeta. Que ahora toca mirar hacia el sol, toca cambiar los tóxicos por aire puro, el asfalto por el césped más verde que pueda encontrar. Te digo que quiero seguir el consejo que me dió aquel bohemio siciliano del que me despedí en una estación de autobuses. "Ten claro lo que te hace feliz y mira hacia allí para quedar del amarillo maravilloso del de los girasoles".

Te digo, desgraciadamente y con añoranza, que ya no habrá más textos agresivos, ni más líneas describiendo la decadencia de mis días. Porque la decadencia ha terminado. Porque me siento bien. Y por muy poético y placentero que pueda ser a veces el más dramático y violento trozo de papel, por mucho que me guste desparramar lágrimas envenenadas de desesperanza sobre la tinta de mis dedos, te digo que ahora quiero sonreir.


Estoy forrando una caja de cartón con recortes de revistas. Voy a dar clase a niños pequeños y a guardar el dinero de este curro y otros más en la caja. El verano que viene me voy a Alemania. Para empezar...