12.8.10

La decisión correcta

Juan mira en los cajones del mueble de contrachapado del salón. Antes de abrir el último hace inventario de su triste salón: muebles de segunda mano, alguno que otro apolillado; una mesa que cojea con papeles doblados muchas veces bajo sus patas, pero que sigue cojeando; 4 sillas, cada una distinta, patrocinadas por los familiares que se apiadan de él; un sofá trillado y viejo, con las esquinas hechas girones por algún gato callejero que quería afilarse las uñas. Dios, no sé qué he hecho para merecer esto…

Al abrir el cajón inferior lo recuerda. En la foto hay dos desconocidos. El joven rubio de ojos azules y camisa de marca poco tiene que ver con el espantajo que se observa 15 años atrás. A su lado, la reina de la noche, la impresionante morena con la que todos soñaban, el maldito premio que se llevó a casa. En la oscuridad de sus ojos parece que se inventó el negro mate, un negro tan hipnótico como para negarte la voluntad. Sus enormes y prietas tetas son las proteínas diarias en una dieta básica. Las curvas de sus caderas son una S, la S por la que empieza sensualidad. Sus labios son mediocres. Con todo, si Dios fuera mujer y fuera gitana, esa diosa del placer sería su Jesucristo. Pero ella tiene mucho menos que ver con la persona en que se ha convertido 15 años después.

Una vida por delante, una brillante carrera de arquitectura, una buena familia, una perfecta novia (posiblemente una futura perfecta esposa), un perro de raza, un BMW. No era un niño bien consentido como todos sus amigos. Estaba convencido de haberse ganado todo lo que tenía. Hasta la noche en que la conoció. Rocío. En aquel momento al oír su nombre se imaginó una perfecta hoja de helecho en un bosque verde con unas gotas que, al pasar la luz sol, formaban un arcoíris. Ahora su nombre era sinónimo de sándwich de chorizo, con el pan y el embutido de marca blanca.
No sabe qué le pasó. Quizá el oro que llevaba por todas partes, que le parecía hortera y le fascinaba a la vez. Quizá su ropa de imitación barata de marcas más baratas que las imitadas. Su perfume, que brillaba por su ausencia. Hablaron los sentidos a voces y le faltó tiempo para abandonar la fiesta y salir a noche. ¿Cómo resistirse a un te quiero a cinco minutos de conocerse?¿Cómo, con esos ojos repintados mirando fijamente?

No sabía que estaba cambiando una vida por una noche de luz en la oscuridad. No se lo dijo nadie. Lo que pasó después fue tan rápido, tan maravilloso, tan imposible de recordar. Un beso, una mamada, un condón pinchado, un embarazo, discusiones, sin casa, familia, novia, coche ni perro. Lágrimas, una boda gitana, un primer trabajo descargado camiones a las 5 de la mañana, una niña preciosa, hija de la tragedia. Más lagrimas.

Nadie le dijo que cambiaba una vida por un segundo, por una fracción de segundo. Pero si se lo hubieran dicho en ese momento lo habría cambiado. Ahora, sólo y abandonado se dices a sí mismo que sabe que no tomó la decisión correcta, pero nunca se ha arrepentido de haberla tomado.

2 comentarios:

  1. No sé porqué, pero los dos hemos actualizado hoy hablando sobre mujeres xD

    Pero me ha gustado mucho el segundo párrafo de tu texto. Me recuerda a nuestros viejos tiempos y comienzos de este blog que tenemos algo abandonado =)

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  2. WOoOOoOooo!! me ha encantaoou y sobre todo la frase de..."No sabía que estaba cambiando una vida por una noche de luz en la oscuridad"

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