1.12.10

Volumen I, Antigüedades

Se ha apagado el eco de sus labios
y en su pecho sólo late oscuridad,
fríos vientos de dolor y sufrimiento
agitan con ira un despertar.
Se ha marcado el silencio tras el llanto,
ya no brilla, nunca más, la claridad.
Los barrotes de su celda se han cerrado
y el lamento da voz a la soledad.
Cumbres rotas a lo lejos
de cenizas alumbradas;
ríos secos de avaricia
bajo sombras se propagan.
Luces tenues, brillos turbios,
la esperanza está varada.
Cien puñales en el pecho....
Ya no llora más su alma.

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