2.6.12

Danielle


Danielle camina sola por la avenida con una cerveza en su mano derecha, que sacó de la discoteca escondida bajo el abrigo, y los tacones en la izquierda. No piensa, sólo camina, y su grácil andar se ve interrumpido en ocasiones por un leve traspiés debido a su considerable estado de embriaguez. Mira al fondo de la calle sin buscar nada en particular, sin fijarse en ningún detalle, con la mirada serena y despreocupada. 


Son las 5 y media de la mañana del miércoles y los más madrugadores se dirigen cabizbajos a sus trabajos aburridos. Danielle no. Ella avanza con la frente alta, y el mentón también, como si el suelo sólo fuese importante para los pies y no despertase interés alguno en el resto del cuerpo. 


Danielle piensa en la noche, en lo extraño de los sucesos, en lo puta que es la contaminación lumínica que no le deja ver las estrellas mientras vuelve andando a casa, en las siete personas con las que se ha cruzado ya y lo tristes que deben estar pues ninguno le ha devuelto la mirada. Danielle piensa que hay cosas en las que la gente no piensa, y que deberían ser pensadas más. Danielle piensa que no debería pensar tanto. Y entre pensamientos y pasos descalzos le da tragos a su cerveza. 


Al girar una esquina el sol de la mañana le besa las mejillas, lo que le recuerda a una canción y le saca una sonrisa tonta, como de enamorada, o al menos eso piensa ella, pues nunca se ha enamorado de una persona. ¿Cómo va a poder amar a una persona si las personas estamos cambiando constantemente? Eso conllevaría que el amor cambiase constantemente, por lo que no sería amor.


Abre la puerta de casa y entra en silencio. Suelta los tacones en la entrada y avanza por el pasillo desnudándose al son de la musiquilla que tararea. Danielle baila mientras abre las ventanas y deja que la luz de la mañana juegue con las cortinas proyectando siluetas en la pared. Danielle se termina la cerveza. Se tumba en la cama. Se masturba. Se duerme.





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