El día se levantaba monótono, todo
fijo en el mismo lugar, tras la ventana sucia de su habitación... es
un asco de mañana, pero era luminosa, porque estaba él.
No se veía el rostro, pero eso no
importaba para saber que, seguramente, era preciosa, porque le
parecía así a él.
A la tarde, sabía que no era normal,
que no tenía la picardía de las chicas de su edad, ni los mismos
temas de conversación, ni las mismas risas tontas y despreocupadas
de quienes no tienen nada que perder, pero ella era especial, porque
se lo había dicho él
Y su cuerpo...ese trozo de carne
indomable y rebelde, que no había elegido y odiaba cada día de su
vida. Se tornaba fatal, sexy y deseado, porque se lo follaba él.
En la noche, nada era demostrado, ni
desmentido, nada era nada. Se había ido, lejos...muy lejos...y sus
palabras eran intangibles, como él.
Silencio,
total y absoluto silencio.
Un maldito e insopotable silencio
cuando se fue.
Vacío.
No quedó nada,
siempre estuvo él.
Waaaaw! Tiempo sin verte por aquí, pero si vuelves así te hago la ola!
ResponderEliminarUf, muchas gracias!! es que los estudios me tienen raptada, pero vuelvo siempre que puedo ;)
EliminarGran relato, muy grande. Hay ciertos seres con los que un@ no puede estar ni en un mismo cuarto, porque lo ocupan todo. A veces porque son grandes en sí mismos, a veces porque su egocentrismo no tiene fin y se come todo el espacio vital, a veces porque los idealizamos cuando, en realidad, son muuuy pequeñitos. No sé cual de las opciones anteriores será este caso...pero espero que la protagonista piense que, al menos, ahora tiene la libertad de llenar ese vacío de cosas más maravillosas aún y mágicas :)
ResponderEliminarUn abrazo inmenso y brillante!!!
Muy cierto, hay gente que existe y deja de ser solo en relación a otro.
ResponderEliminarSaludos.