4.7.14

Afonía

No me nace la voz.
Toda sílaba escuece en la garganta.

Me pregunto si, aun así,
habrá alguien que quiera escucharme,
que quiera quedarse
para llegar a entender
quién soy.

La realidad me exige demasiado.
A veces no puedo evitar
quedarme a las puertas
rascándome las heridas,
dejando que la sangre fluya
y empape el verso,
arrancándole las costras al silencio.

Estoy sola
porque ni siquiera estoy conmigo.
Repito dócilmente
todo aquello que supone saberse con vida.

Solo intento anestesiar el dolor
y los sentimientos.
Mantengo la calma,
cumplo las reglas.
Me alejo
esbozando una enigmática sonrisa
justo antes de regresar a casa
para volver a buscar una nueva forma
de gritar sobre un papel
que tengo miedo.

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