15.7.14

Crisoelefantina

- ¿Me quieres? dijo Eva.
- Te amo, dijo Zeus.
- Pues si me quieres de veras véase aquí mismo, en esta meseta desierta. Alza un templo aquí, así todos sabrán es el lugar donde Eva y Zeus paseaban. Que sus muros sean de mármol, para que todos sepan cuán blanca era mi piel. Y diez piras de oro macizo en la puerta serán testigo del granizo dorado de mi melena. Rodealo después de bellos lagos con esbeltos cisnes para que todos vean en ellos el azul de mis ojos.

Y Zeus se levantó e hizo salir del suelo millones de espigas doradas brillantes al sol. Entonces, adelantado a sus palabras, le dijo él:

- No hay en la vista de un mortal poder suficiente para sugerir lo que siento por tí, si es lo que pretendes que represente. Así que he decidido que todo el que pase por esta meseta se verá irremediablemente perdido en el tacto de las espigas suaves. Porque contigo recuerdo que al pasear te dejabas acariciar el interior del brazo, la zona más suave de toda la creación.

>> Y aunque no hace justicia ni mención, tu corazón vivirá siempre aquí. NI fuego ni hoz alguna tocará jamás este templo natural a tu persona. Y cuando el dios que te guarda en ese paraíso sepa, no le hará falta comprobar nada para tenderte una trampa, tal es tu maldición. Sometiendo corazones bajo el calor del sol te ganaste custodios y celos, luego tu dios se encargará de que lo sientas igual. Y su semblante repetido pero caduco y suspiro, el hombre que por nombre lleva Adán llegará y hará miel de tu carne y éter de tus labios.

>> Pero oye ahora mi bendición, tus hijos y los hijos de tus hijos comerán de mi perdón en un mundo de ceniza. En sus manos de ébano y tiza, el grano, quizás sea pan en boca torrija, sea paz entre armas cobrizas, sea aroma dulce, dorado y musical. Mi amor al tacto de Eva la femme fatale primigenia de una estirpe indómita, condenada a dudar de todo, a ver las cosas de otro modo y aún así a volver a dudar.

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