Coexisto, no existo sin O. Trocó el ritmo de Bicicleta,
unicornio con ruedas, al ver en la carretera una paloma muerta. Nos detuvo el
bello brillo de aquellas entrañas que se vuelven extrañas al hacerse visibles.
Un cuerpo abierto en canal: el hígado de una paloma común, tan común como el
atropello y la enfermedad de las aves malagueñas, refleja una luz tan suculenta
que maldito sea quien me acuse de cruenta. Coexisto, no existo sin O. Trozos de materia
indesignable, trozos todos rojos, todos existen conmigo y con las risas y los
llantos de la gente y el humo de los coches y esas cosas que tan bien conocemos
y detestamos y amamos porque somos nosotros. Todos existiendo con la muerte de
las palomas, cohabitantes de alas torcidas y patitas infectas. Coexisto, no
existo sin este organismo vivo o mecánico o medio muerto o inmortal que es la
ciudad y que no es la ciudad y sí los mundos que no vemos y también los que
tocamos.
Paloma común. Hipótesis: muerte. Conclusión: Hay
muchas cosas ahí fuera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario