20.6.15

Desafinado


Divaguemos pues
si la cabeza está hecha para
acechar ideas entre
la maleza de las distracciones,
tomemos escalas menores
y contemos historias a escondidas
sin que ellos nos oigan,
inventemos cuentos desafinados
de veranos susceptibles a
susurros
de gatos callejeros a la orilla
del río
de miradas más grandes
que cualquier beso a medianoche,
improvisemos odas a la vida
y las estrellas ahora
que no hay destino que alcanzar
ni hogar al que volver,
que me quedo aquí en el
nido de las zarigüeyas
a rodar entre la paja
y mirar al sol
cara a cara,
a ver si es verdad lo que dicen,

si el cielo existe
debe estar a esta altura
entre las aguas
de mi tierra y tu alfombra,
pero no hay nada aquí más que
una trompeta ridículamente enfadada
con el viento
y un relato en blanco
escrito del revés,

y el platillo cimbrea como
echándome la culpa
y le quito la pulpa al zumo
y lo vuelvo a servir
y lo vuelven a devolver porque no tiene azúcar
y si me meo en su corbata caballero
tal vez comprenda usted porqué estoy tan cansado
de este olor a pis en tanta gente
fotocopiada
que cuando hueles a vainilla, a jazmín o a lavanda
parece que el pecho se ablanda
y el alquitrán se filtra del pulmón al corazón
haciéndole acelerar,
aunque si le molesta la idea
me la puedo volver a guardar
en los pantalones”

¡Ay, prima!
Y los años pasan
y a la vejez viruelas
y a las mangas largas
alas verdes para subir por encima
del nublao y ver
por fin
al sol cara a cara
a ver a qué huele
y en qué tipo de historias divaga.





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